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Trump quiere chips, control y… ¿una TSMC mitad Intel?

TSMC compre el 49% de Intel

En el nuevo capítulo del ajedrez geopolítico global, Donald Trump ha lanzado una jugada que ha dejado a más de uno sin aliento: quiere que TSMC compre el 49% de Intel. Sí, lo has leído bien. Como si no bastara con el 20% de arancel que Estados Unidos impuso a los productos tecnológicos de Taiwán, ahora el expresidente pone sobre la mesa una condición casi surrealista: que el titán taiwanés de los semiconductores invierta además 400.000 millones de dólares en suelo norteamericano, si quiere un trato fiscal al nivel de Japón o Corea del Sur.

La propuesta no es solo polémica: es una bomba nuclear lanzada en el corazón de la industria de los chips.

¿TSMC como salvavidas de Intel?

La idea de fusionar parcialmente a TSMC con Intel suena, en primera instancia, a un movimiento estratégico que reconfiguraría por completo el tablero tecnológico mundial. Pero visto con lupa, esto parece más bien un intento desesperado por parte de EE.UU. de rescatar a Intel a cualquier costo, mientras refuerza su hegemonía en un sector clave para la economía del siglo XXI.

Recordemos que Intel, a pesar de sus recientes esfuerzos por remontar, sigue perdiendo terreno frente a competidores como AMD y, sí, la propia TSMC. De hecho, muchas de las GPU y CPU que alimentan nuestras bestias de gaming de escritorio —sí, esas con refrigeración líquida RGB y placas base que parecen naves espaciales— están fabricadas en las plantas taiwanesas. No es casualidad que NVIDIA o AMD sigan recurriendo a TSMC para sus chips más avanzados.

Aranceles, presión y un dilema político disfrazado de economía

Lo que parece un simple ajuste arancelario es, en realidad, una palanca geopolítica disfrazada de “negociación”. Con Taiwán ya invirtiendo más de 165.000 millones de dólares en Estados Unidos, Trump parece decidido a exprimir hasta la última gota del gigante asiático. Todo esto, mientras el tipo de cambio encarece aún más los productos taiwaneses, que ahora compiten cuesta arriba con países como Tailandia o Indonesia.

Desde Taipéi, la tensión se respira en el aire. El propio C.C. Wei, CEO de TSMC, está entre la espada y la pared: si cede, estaría comprometiendo no solo la independencia estratégica de su empresa, sino también la soberanía tecnológica de una isla que ya vive bajo la sombra constante de China. Si no lo hace, el castigo arancelario podría golpear de lleno a toda la industria.

¿Quién gana realmente con este trato?

La comparación con otros bloques económicos no deja a EE.UU. en buen lugar: ni siquiera la Unión Europea ha invertido tanto en Norteamérica, y nadie espera que una empresa privada como TSMC asuma el costo de decisiones políticas externas. Para muchos analistas, esto se siente más como un chantaje que como una negociación legítima.

“El futuro de TSMC no puede ser moneda de cambio”, argumentan desde sectores empresariales taiwaneses. Y tienen razón. Estamos hablando del bastión más poderoso del mundo en cuanto a chips se refiere, una empresa que no solo mueve los engranajes del gaming, la IA o los centros de datos, sino que define el pulso tecnológico de nuestra era.

¿TSMC salvando a Intel… o el inicio de una nueva guerra fría tecnológica?

La pregunta final es casi de ciencia ficción: si TSMC acepta, ¿quién estará realmente al mando? ¿Un conglomerado multinacional o un gobierno extranjero con intereses geoestratégicos muy claros?

Trump no quiere solo chips. Quiere el control total del suministro global de semiconductores, anticipándose a cualquier avance de China. Pero en su intento por salvar una Intel en apuros, podría estar abriendo la puerta a una crisis de confianza sin precedentes entre los gigantes del sector. Porque esto ya no va solo de negocios. Va de soberanía, de poder y de quién domina la próxima década digital.