El debate sobre los servicios de suscripción sigue creciendo. Ahora se suma una voz de peso: Pete Hines, exvicepresidente de Bethesda Softworks. Según él, Xbox Game Pass multiplica jugadores, pero reduce las ventas de forma preocupante.

Hines vivió de cerca la evolución del mercado. Hace años, los juegos triple A costaban 60 euros. Hoy muchos rondan los 70, 80 e incluso 90 euros, como ocurre con lanzamientos físicos de Nintendo Switch 2. Frente a estos precios, Game Pass parece irresistible: cientos de títulos por una cuota mensual. Pero, ¿cuál es el precio real de esta fórmula?
El exdirectivo señala un ejemplo claro: Hi-Fi Rush. El juego sumó más de 3 millones de jugadores gracias a Game Pass, pero sin ventas equivalentes. Fue visto como un éxito, aunque Tango Gameworks terminó cerrando. Para Hines, el modelo impulsa cantidad sobre calidad y devalúa los juegos como productos independientes.
La crítica también toca el futuro creativo. Hines teme que ocurra lo mismo que en la música con Spotify: mucho contenido, consumo rápido y olvido inmediato. Según él, los jugadores buscan novedades constantes, mientras que los títulos pierden valor y duración. Comprar un videojuego debería significar propiedad real y valor duradero, algo que Game Pass diluye al decidir qué entra y qué sale del catálogo.
Microsoft defiende que compensa a los estudios y amplía la visibilidad de muchas sagas. El caso de Call of Duty o de varios indies muestra que el alcance aumenta de forma masiva. Sin embargo, surge la gran duda: ¿es un modelo sostenible o acabará dañando a quienes crean los juegos?
El tema está lejos de cerrarse. Como fans, disfrutamos de tener más opciones y accesibilidad que nunca. Aun así, sabemos que la magia de un videojuego no debería medirse solo en horas consumidas. El verdadero reto del gaming está en encontrar un equilibrio entre negocio y pasión.